El Mundo Today

2012/04/04

Las vueltecillas

Una historia que me ha contado Ponciano
A finales de los años cuarenta nos mandaron al pueblo un cura majísimo, el mejor que habíamos tenido desde la guerra. Fíjate si era bueno que un día fue a la capital, vio a un pobre descalzo y le regaló sus zapatos y todo el dinero que llevaba encima. Como no le quedó ni para el autobús, tuvo que volver al pueblo andando y descalzo. Era un santo aquel hombre, sólo tenía un defecto: le gustaba hacernos pajas a los monaguillos y, además, de un modo especial. Pillaba a uno, le abría la bragueta, le metía la mano en los calzoncillos y con un dedo le daba vueltecillas a su colilla hasta que se la ponía tiesa. Y no te creas que nos la meneaba a escondidas, no; cuando le metía mano a un monaguillo lo hacía delante de los demás. Al que le tocaba la china tenía que aguantar marea y encima soportar las risitas de los otros.
Recuerdo que una vez me puse enfermo y el cura vino a visitarme. Se sentó en la cama, apartó las sábanas, me bajó el pijama y empezó con las vueltecillas de marras. Pero esa tarde se calentó más de lo normal, quizá por verme en la cama y con tan poca ropa. El caso es que lo vi sudar y jadear de tal manera que me entró miedo. Menos mal que se me ocurrió gritar:
-¡Madre, tráigame un vaso de agua!
Rápidamente me subió el pijama, me tapó y puso cara de bueno: Si aquel día no llegó a andar tan listo, no sé qué hubiera pasado.
En esa época se les tenía tanto respeto a los curas que no nos atrevíamos a protestar, y ni se nos pasaba por la cabeza contárselo a nuestros padres. Así que desde los ocho a los diez años tuve que soportar las pajillas de aquel buen señor una semana sí y la otra también.
-Pero si se os ponía tiesa es que os daba gustirrinín…
-Yo no sé si me daba gustirrinín o no, lo que sí te digo es que la primera vez que me la meneé yo solito lo hice dándole vueltecillas a mi colilla con el dedo.

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